El cambio es un proceso, no un evento. No sucede instantáneamente dentro de las organizaciones sólo porque emitamos un comunicado o pongamos una fecha de implementación. Las personas no cambian solamente porque les enviemos un email o asistan a una junta.
Debemos experimentar el cambio. Cuando lo hacemos, pasamos de lo que siempre habíamos sabido y hecho, a través de un período de transición para llegar a una nueva forma deseada de comportarnos y hacer nuestro trabajo.
Ya sea que el cambio se trate de una transformación digital, del uso de nuevas tecnologías, un cambio de directiva, una fusión, una nueva maquinaria o un conjunto de procesos empresariales, el proceso siempre pasa por tres estados:
1) Estado actual – Cómo se están haciendo las cosas hoy. Se refiere a los procesos, comportamientos, herramientas, tecnología, estructuras organizacionales y roles de trabajo que constituyen la forma en la que el trabajo se realiza. Aquí se define quiénes somos. Nos es familiar y sabemos qué esperar. Caminamos en terreno conocido. Es la etapa donde nos empezamos a preparar para el cambio.
2) Estado de transición. – Suele ser desordenado, impredecible y, por sí mismo, cambiante. Y, como si eso no bastara, lleva una fuerte carga emocional porque se requiere que aceptemos nuevas perspectivas y aprendamos nuevas formas de comportarnos, mientras seguimos manteniendo nuestros esfuerzos diarios. Aquí gestionamos el cambio.
3) Estado futuro – Donde queremos llegar. A menudo no está completamente definido y puede cambiar mientras caminamos hacia él. El estado futuro puede ser preocupante y puede no coincidir con nuestros objetivos personales y profesionales. Es desconocido y por eso puede ser amenazante. Aquí fijamos el cambio, lo anclamos a la cultura corporativa.
La mala noticia es que la empresa puede quedarse atorada, enfocándose en uno de los tres estados, lo cual dificulta el proceso de cambio.
Los ejecutivos y altos directivos suelen vivir en el estado de futuro. De este se sienten responsables y para eso les pagan, para decidir cómo debe funcionar la organización en seis meses, un año, cinco años…
Los equipos gerenciales viven en el estado de transición. Investigan alternativas, deciden caminos y desarrollan soluciones para implementar nuevos proyectos y hacer cambios en la organización.
La experiencia del empleado es distinta: los equipos de trabajo viven en el estado actual. Sienten que no pueden simplemente detener su trabajo para implementar un cambio. Ellos son responsables de mantener la organización funcionando mientras tanto.
Aquí es donde puede darse una desconexión significativa: la forma en cómo la organización comunica acerca del cambio y cómo logra cerrar la brecha entre los tres estados. Eso es gestionar el cambio.
Dos herramientas indispensables para ayudar a que el personal transite hacia el cambio de manera exitosa, son:
1.- Programa de Comunicación.- Debe explicarse por qué el estado actual debe cambiarse y cuáles serán los beneficios. Después, la comunicación puede enfocarse en los detalles del proceso y los resultados que se pretenden alcanzar.
2.- Programa de Capacitación.- Los empleados generalmente necesitan nuevas habilidades y competencias al adoptar un cambio en su trabajo diario.
Ambos programas mejoran significativamente la experiencia del empleado hacia el cambio. El personal se siente tomado en cuenta, se involucra y participa activamente en la transformación.
Gestionar el cambio como un proceso asegura que tomemos las acciones correctas en el momento adecuado y que los empleados reciban la información que necesitan para avanzar en su propio proceso personal de cambio.
En Zubia People & Business somos expertos y te ayudamos a transitar por los diferentes estados del cambio a través de la comunicación organizacional y la capacitación. Contáctanos.